viernes, 26 de agosto de 2011

Como las cosas cambian…

Quien iba a decir que hoy necesitarías el café para sobrevivir y antes rogabas por un sorbo por puro juego, para sentirte adulto.
Quien diría que llegaría el momento de trabajar, afrontando la realidad, ya sea 8 horas frente a una computadora o las mismas a la intemperie entre intenso calor, frío o fuerte lluvia.
Nadie creería que ahora sabes el valor del dinero ni te verían administrándolo y hacerlo rendir hasta la siguiente quincena, cuando en la infancia los cien pesos de regalo se los convertías a tu padres en mil, con la típica frase: Quiero “esto” o  “aquello”, dame de mis cien pesos y esa cantidad te duraba una eternidad, pues creías que era mucho.
Nadie imaginaria que las pequeñas cosas ahora ni siquiera las notas, las necesitas grandes y deslumbrantes para maravillarte, cuando anteriormente el vuelo de un ave o las figuras que forman las gotas de lluvia sobre la ventana te emocionaban realmente.
Quien iba a decir que las preocupaciones y el mal humor reinarían tus días, cuando antes todo era tan simple como decirle a mamá o papá que lo solucionaran.
Como ibas a saber que el amor por el sexo opuesto es un sentimiento que podría hacerte sufrir, entristecerte o hacer cosas insospechadas, cuando antes convivir con ellos era igual a estar con una amiga.
Difícil darte cuenta que tu mejor comida debiera ser un par de vegetales para sentirte mejor, cuando antes comer sin límites, prejuicios ni malestares era lo ordinario.
Quien diría que hoy es tan difícil levantarte después de una caída cuando antes te sacudías las rodillas y seguías corriendo.
Como imaginar que la intensidad es nuestro platillo favorito para cada día, de niños la vida era tan sencilla y lo era porque en realidad lo es.
Hoy le tomas prestado un lápiz a un compañero sin permiso y te miran raro, cuando antes se reían de tus gracias.
Es tiempo en que tenemos que lidiar con la tecnología y sus consecuencias, en la niñez jugar a las muñecas, escribir o pintar en un cuaderno, crear figuras de papel o volar un papalote era más benéfico.

No es fácil ir creciendo y darte cuenta que las cosas han cambiado y algunas circunstancias te obligan a ya no poder dar marcha atrás, pero aquellas que valgan la pena y podamos rescatar de verdad que merece muchísimo que se haga un esfuerzo. Por volver a sonreír aunque a simple vista no haya un motivo real para hacerlo, volvamos a respirar profundamente el aire de nuestro entorno, escuchemos con atención cada palabra que articulan los otros, pronunciemos con sentimiento y claridad cada oración, deleitémonos tocando el pasto o sintiendo lo áspero de una banqueta, mira con detenimiento a tus seres queridos hasta que te canses y cuando te hayas cansado, parpadea un poco y vuelve a mirarlos. Gocemos al mil por mil nuestros sentidos para recordarle a nuestro cuerpo, mente y propia alma que aunque los años pasen, las perspectivas, prioridades, experiencias, entorno  y nuestro propio cuerpo cambie. Nosotros somos en esencia lo mismo, nuestras sensaciones, motivaciones, sueños y formas de ver la vida son las mismas y no cambiaran, a menos que sean para brindarnos algo nuevo de manera positiva.


1 comentario:

  1. Amiga, aquí dejando mi comentario.

    Estoy de acuerdo contigo, es un cambio increíble.

    Y podemos elegir al menos como mencionas al final, disfrutar de esas pequeñas cosas por las que dejamos de asombrarlas.

    Tengo una frase que dice: "Quien no disfruta de los pequeños goces, se pierde del disfrute de los pequeños goces" Y de verdad, son un enorme gozo.

    Te conozco y sé que saldrás muy fortalecida de todo este proceso. Eres un ser humano muy humano.

    Y es para mi un gusto poder decirte amiga.

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